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Las tardes de sopor,
la luz amarillenta,
el sofá del salón,
la televisión puesta.
Libros en los estantes,
sobre los libros polvo,
lecturas que se esparcen,
pronunciados monólogos.
Verbos que se desdicen,
candelabros de bronce,
bolígrafos que escriben
las miserias del hombre.
Un reloj que se esconde
detrás de una hora muerta;
un miedo a que retorne
esa mirada ajena.
Un adiós susurrado
con los labios de tinta
con los que he articulado
besos y despedidas.