Segundo Clon y Glorika Adrowicz
El quinto día divisaron el batallón, si bien apenas intercambiaron algunas palabras. Los quinientos soldados Iöron que habían permanecido en Minas de Hierro durante la masacre de la Gruta Real volvían cariacontecidos a su hogar, seguidos por varios centenares de mineros cargados con todos sus pertrechos. Tras estos, los carros de heridos, que transportaban a los más graves, mientras a su alrededor podían verse brazos rotos y cabezas contusionadas. En la mañana del sexto día desde el Castillo Verde arribaron al Lago Chels, donde no quedaba rastro de Sírom y sus hijos, vivos o muertos, pero sí un montón carbonizado de kérveros. Aquella misma tarde rodearon la Gruta Real, donde los Iöron ya habían comenzado los trabajos de recuperación y cremación de cadáveres. Era un soleado día de otoño, soleado no obstante frío, debido a la ausencia absoluta de nubes en el cielo, muy al contrario que el penúltimo día en Gargüid, donde el río Crial se había desbordado, tornando difícil el paso por el pequeño puente del Brezal. Ahora al fin el día era propicio para cabalgar, y al atardecer apareció ante ellos Minas Dirok, donde Carg I se sumaría a su grupo.
–¿Cuántas millas nos separan de la costa sur? –se interesó Sertgón, pues pensaba que las galeras que él debía dirigir ya se encontrarían cerca del punto de reunión, y no deseaba retrasarse demasiado, aun cuando Teerlaí, su segundo, siempre había cumplido sus órdenes sin cuestionarlas. Sigue leyendo