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Mi soledad es ausencia sin objeto;

abrazar mi rodilla,

sentado bajo un árbol,

y a través de sus hojas ver el cielo.

¡Qué bien se está en el parque,

–ese eufemismo–,

con su iluminación y sus estatuas,

y sus perros domésticos

como tantos olvidos!

Ya sabéis que es la noche

y el viento desnutrido

acaricia el cabello

con suavidad anémica.

La constancia del ser sin infinito.