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Porque no estás, aprendo lenguas muertas,

y en todos sus fonemas busco dioses;

esqueletos endebles,

osamentas ruinosas

que respetan los huecos de los clavos

con que la tinta los sacrificó.

Los dioses del amor son silenciosos,

tristes educadores siempre cautos,

pero a veces sonríen satisfechos:

cuando entre todo nuestro balbuceo

pronunciamos con énfasis consciente

las únicas palabras: yo te amo.