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Has perdido la fe, como la rosa

que agotó su esencia en el perfume;

lo he visto, me has mirado,

y ha sido tu mirada un dolor de raíces.

¡Qué importa ya la brisa!

Tal vez estabas sola y yo pensaba

que tú eras infinita;

yo no pensaba en nada, porque el mundo

era de sensaciones;

todo cambiaba, entonces, ¿cómo ibas a cambiar?

No me resigno a encerrarte en un cuerpo

como la sangre vieja, carbonada,

a ti, depositaria de miradas feroces

que han unido y amado en la desgracia.

Pero hoy lo vi, lo he visto, me has mirado;

qué importa ya la brisa…