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Adormeces la aurora como un rito;

vendes el alma usada por su peso,

quemas las naves como testamento;

proporcionas la sangre y el etílico.

Transitas la certeza de los filos

al ritmo de la acción sin pensamiento;

vulneras el retorno en el proceso

que subyuga el final en el inicio.

Mientes a una razón tan negligente

que acumula mitades de vacío

retratando simbiosis aparentes,

y con sonrisa de pícara indulgente,

pronuncias las razones sin sentido

que agolpan las razones suficientes.