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Negligente vasija de la luz,

efímera cerámica que el tiempo desdibuja,

me voy descompactando en cada grieta;

polvo inflamado por recuerdos esquivos

–indómitos viajeros de vastas entropías

que han dispersado su energía sin ética–.

Si me hubieras mirado tan solo una vez más;

divertida ironía hospitalaria

como caparazón de tortuga blandita.

Incluso los malvados arropan al durmiente.

Pero tú fuiste siempre nómada desacato.

Colmaste mi interior deshabitado

hasta que las paredes te parecieron losas

–pobre tapial primario–

y difundiste hacia el polvo estelar

que todo lo fecunda.