Segundo Clon y Glorika Adrowicz
El sol iluminaba pálidamente la llanura arodín con sus rayos otoñales, que poco antes habían despertado a los bellos habitantes de Kimeria, y las lunas de los polos acudían a su encuentro en lo alto del cielo. Las nubes negras les esperaban más adelante, detenidas. El aire refrescaba a estas horas, y tal vez esto hacía que la expedición no se sintiera inclinada al sueño.
Habían cabalgado toda la noche a un ritmo que les había dejado los huesos doloridos, pero habían llegado a Minas de Hierro poco después del alba. El pequeño cerro que las albergaba se elevaba una milla al norte como un custodio del río que fluía a sus pies.
–Debemos detener los caballos –ordenó Gôlfang, al tiempo que tiraba de las riendas.
–No os preocupéis, no están cansados aún –informó Rolja alegremente, mientras acariciaba el cuello de su montura. Origog le miró desconcertado.
–Aquel cerro alberga Minas de Hierro, e ignoramos lo que haya podido suceder allí. Pensábamos que los kérveros habían ido al norte por la Vía, pero ya vistéis lo sucedido en la Gruta y en el Lago Chels.
–Si hay kérrverros, nosotros les vencerremos de nuevo –se apresuró a aclarar Rolja antes de que algún arrojado Iöron le quitase el honor. Sigue leyendo