Segundo Clon y Glorika Adrowicz
Origog y Gwist fueron encomendados a las atenciones de un jovencísimo caballero, poco más que un niño, mientras Gôlfang y Rolja se dirigían en compañía de los garguines al Salón de Audiencias. El rey no había regresado. Como el Alférez Balamó temiese, Su majestad Dámjala había salido a enfrentar el avance kérvero desde el este, y de eso hacía ya al menos dos semanas, aunque había mandado diariamente mensajeros, que sin embargo faltaban desde hacía ya tres días. Por eso, la princesa Nalma, regente en el Castillo, había convocado a sus amazonas y ahora trataba de buscar la ayuda de Karos y Sandor.
Así pues, los Iöron fueron tranquila y cortésmente desplazados de la primera línea de acción, y ahora cabalgaban ociosamente por las cercanías del castillo, guiados por Dalamán dil Balamó, señor de Bérilad, segundo hijo del Conde Balamó; joven que encarnaba por su fisonomía y carácter el tipo perfecto de caballero garguín: delgado, rubio, de mirada clara pero austera y, sobre todo, muy joven, apenas quince años, los dos últimos experimentados en combates, desde que velase sus armas en el Templo de Karos y fuese ordenado caballero por su tío el rey.
–Aunque nos hayan apartado de los grandes asuntos, siempre hay pequeños quehaceres que personas de buen ánimo pueden emprender sin demasiado enojo –invitó a los Iöron.
Gwist aceptó de inmediato por los dos.
–Lo que sea por nuestra renovada alianza –aseguró.
El joven Dalamán pareció complacido con la respuesta. Sigue leyendo