Augusto Blasborg
Hoy presento este poema que no sé cuántos años tendrá, quizá veinte, quizá alguno más -quizá alguno menos-. Lo he encontrado en un viejo cuaderno, un poco por casualidad, buscando otras cosas, y me ha hecho pensar que a pesar de tantos años y experiencias, posiblemente los temas y las ideas básicas no hayan cambiado tanto… Y me he alegrado de pensarlo. Ya solo falta la constatación de que ese pensamiento responda a la realidad. Pero eso es otra historia.
Mi propia desnudez
resucitó al ya muerto,
y miramos el alba
y el esfuerzo,
y el cadáver
de los sueños nocturnos.
Se desprendió de su traje de gala
cosido de esperanza,
regresando a su antigua costumbre
de caminar desnudo.
Entonces alcancé toda mi altura,
y era altura de hombre
embriagado de dudas.
Desde el empeño crudo
de ser y no cesar
me iluminó mi triste compañero,
que triste ha de ser todo optimismo
que no sea un fantasma mensajero.
Caminamos ahora recorriendo
en dirección contraria los embudos,
festejando las pequeñas sorpresas
que nos brinda, en segunda mirada,
lo que pareció absurdo.
La piel, también el cuero,
en mi fiel desnudez
transpira aliento.
Si pretendéis detener estas pisadas,
como último recurso
podéis vestir de verde la esperanza.