Etiquetas

,

por Glorika Adrowicz

A veces nos vamos.

Nos vamos porque seguimos siendo quienes éramos, aunque crecimos.

Porque el juego ha cambiado y no contamos para poner las reglas.

Porque el cariño que pusimos, que aún sentimos -¡y cuánto!, ¡y cómo duele!-,

no puede ser excusa con que manipularnos.

Sería más cómodo quedarse.

Como si nada hubiese cambiado.

Como si nuestras acciones no tuvieran un significado más allá del instante.

Como si compartir ese cariño no nos hiciera esclavos,

-nos es tan necesario…-

Ningún lugar al llanto.

Fuera remordimientos.

Los «acasos», palabras sin sustancia.

A veces nos marchamos.

Queda atrás un camino que no podemos volver a transitar

con aquellos que nos acompañaban:

no es el mismo camino, aunque nos lo quieran hacer creer;

no seríamos nosotros, sino sombras acríticas.

A veces nos vamos, nos marchamos,

porque no queremos abandonar.

Y nos acusan de haber abandonado.